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viernes, 2 de diciembre de 2011

Ser Jarcias - Misioneros en nuestro propio lugar II

Pescar en pecera 

Nuestra consigna jarciana es la de ser misioneros en nuestro proprio lugar, es decir somos misioneros “ad intra”. Muchos al escuchar la palabra misión automáticamente piensan en anunciar el Evangelio en tierras lejanas. Eso es la misión “ad gentes”, es decir la evangelización de quien no sabe quién es Cristo. 

La realidad en la que los jarcianos nos movemos es más bien la de la descristianización. Nuestro medio es la sociedad occidental cristiana que se va secularizando. Nuestra tarea es, por lo tanto, evangelizar a los bautizados, a quienes pertenecen a la Iglesia pero que son indiferentes a la fe, que no participan, que no han tenido aún un encuentro personal con Cristo. Y esa es tambièn la tarea de muchos otros movimientos apostólicos que desenvuelven su labor pastoral en el mismo ambiente. Diversos métodos, distintas espiritualidades, pero el mismo objetivo: evangelizar.

Y es así que podemos caer en una de las tentaciones más comunes y pienso más dañinas dentro de la pastoral de conjunto. La llamo “Pescar en pecera”. Consiste en dirigir nuestro afán apostólico hacia miembros de otros grupos o movimientos en lugar de hacia aquellos que aún permanecen fríos frente a la vida cristiana. Caer en la tentación de pescar a quien ya está realizando un camino de fe, no sólo que es inútil sino hasta conflictivo. El trabajo entre las distintas asociaciones laicales que debería ser mancomunado, se transforma en una competencia constante, fruto de la rivalidad que genera el “tira y jale” de miembros.

Para que sucediese la pesca milagrosa los Apóstoles tuvieron que remar “mar adentro”. En realidad fue Jesús quién se los ordenó. Es ahí donde se encuentran los peces que aún nadie ha atrapado, esos son los que Dios espera que atrapemos y llevemos de regreso a la Iglesia. Cierto que puede ser tentador ingresar a nuestras filas a una persona que muestra aptitudes de liderazgo, que se nota que podrá hacer buenos aportes a nuestro movimiento, pero no es justo aprovecharnos del trabajo de otros. “Quien quiere su celeste, que le cueste” significa fatigarse remando bien adentro y luego el esfuerzo de llevar las redes hasta la playa. Así es como haremos crecer la Iglesia que recibirá exultante a tantos hijos que estaban perdidos y ahora recupera vivos y conscientes de su filiación.

La pastoral de conjunto exige una intensa colaboración entre los distintos movimientos. La misma vida parroquial requiere del aporte diverso y enriquecedor de cada carisma específico. Pero para poder lograr una convivencia fructífera es necesario renunciar a “pescar en pecera”.
Siempre mar adentro.

P. César Piechestein
elcuradetodos

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