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martes, 6 de diciembre de 2011

Ser Jarcias - Misioneros en nuestro propio lugar III

Quizás a algunos les pueda parecer un testimonio un poco disparatado, pero creo que vale la pena compartirlo sólo como un referente. Cuando se trata de ser misionero en el proprio lugar y de aprovechar cualquier oportunidad que se presente para anunciar el Evangelio, un ejemplo como el que les voy a relatar, puede servir de ejemplo.

Cuando era seminarista en Ibarra, al terminar el catecismo dominical, tenía que tomar el bus que me llevaba de regreso al seminario, ubicado en las faldas del Imbabura. Para llegar había que tomar un autobús que prácticamente no hacía ninguna parada. Era, por lo tanto, un viaje de veinte minutos donde no había cambio de pasajeros. Así que tiempo y un público que no podía escapar, había. Faltaba quien aprovechara la oportunidad.

Varias veces se me pasó la idea por la cabeza, pero no me animaba. Todo parecía quedarse en pensamientos cuando un domingo se me escapa el bus y me tocó pegarme la carrera, lanzar un grito y subirme al vuelo (cosa poco común por esos lares). Todo ese movimiento inusitado atrajo la atención de los pasajeros que me miraron extrañados, una vez que estuve dentro. Y fue entonces que decidí que era el momento justo y me lancé.

El inicio no fue muy original que digamos, más bien usé el estribillo de los vendedores: “Buenos días damitas y caballeros …”. Luego me presenté y les recordé que era domingo y que por lo tanto Cristo nos esperaba en nuestras parroquias para la Santa Misa. Un poquito de kerigma y otro poco de catecismo, cerrando con el rezo de un Padrenuestro y un Avemaría. Como podrán ver, nada del otro mundo.

Así inició un pequeño apostolado de cada semana. Algunas veces ni me cobraban el pasaje (hecho que en la escuálida economía de un seminarista, pesa). Luego llegó también un comentario alentador de uno de los párrocos de la zona, a quien sus feligreses habían referido las “catequesis sobre ruedas”. En fin, siempre la alegría de poder evangelizar en cada oportunidad.

Nos consta que hoy en día son muchos los que sufren la desorientación y la desesperanza. Pocos van a buscar respuestas a la Iglesia, pero nosotros sabemos que es ahí donde las encontrarán. Es justo que aprovechemos cada momento posible para llevar a nuestros hermanos de regreso a las parroquias. Y las oportunidades no faltan, si las queremos buscar.

Siempre mar adentro.

P. César Piechestein

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