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lunes, 12 de diciembre de 2011

Si se puede I - Una historia de amor (primera parte)

Mientras En Cali, un 15 de mayo de 1974 nacía un lindo niño, fruto del amor de sus padres que cumplían 9 meses de casados, en Guayaquil Pedro y Margarita, disfrutaban con sus dos hijos y soñaban qué sería darles otro hermanito(a) a los niños. Esa hermanita llegaría un año y tres meses después, el 12 de agosto de 1975.

Mientras aquel niño crecía en Bogotá entre sueños e ilusiones de adolescencia, la guayaquileñita crecía también con sus propias ilusiones, soñando cómo sería entregarse enteramente a Dios, igual que las monjitas que la educaban.

Ya al cumplir sus 15 años y mudarse a la Alborada, cumplió su gran sueño de acercarse más a la Iglesia por medio de un “grupo juvenil” conquistando a sus hermanos mayores para acompañarla a las reuniones en la Iglesia Nuestra Señora de la Alborada, mientras seguía cuestionándose qué quería el Señor de ella.

Por su parte nuestro colombianito de madre ecuatoriana ya se planteaba venir a vivir a la tierra de su madre que visitaba cada año para vacaciones. Es así como, una vez graduado, se sienta con sus padres para conversar sus sueños y comunicarles su decisión de venir a estudiar Ingeniería Naval, una carrera que no existía en la Capital de Colombia.

Ambos en sus vidas, con sus familias, sus amigos, creyendo que eran ellos los que elegían y decidían en sus vidas, mientras del Cielo, Nuestro Señor, miraba complacido cómo se hacían jóvenes y alistaba el momento de su encuentro, pensado desde siempre.

Así, para cuando ella se acerca a su director espiritual a hablarle de su miedo por tener vocación de religiosa, este le pregunta algo que ella nunca se había planeado: “y no le tiene miedo usted al matrimonio? Pues téngale miedo también porque no es nada fácil”.
Y poco tiempo después se conocen y se hacen grandes amigos.
Que se gustaban y atraían no se podía negar y muchos o casi todos –menos ellos- lo notaban. Pero ella amaba tener muchos amigos y no quería perder su libertad. Pasaron años maravillosos de espera, amistad, de ir construyendo poco a poco bases para un lindo y laaaargo noviazgo. Así comenzaron un 24 de febrero de 1995.
Hubo momentos de encontrarse de frente con los lados oscuros de sus amados: la impuntualidad de ella, la posesividad de él… y mil y un cosas que pensaban que se podían ir limando con el tiempo. Claro que el tiempo pasaba y nada... nada cambiaba, más bien, empeoraba. Pero confiados en Nuestro Señor decidieron decir que sí a este amor que sabían que Él había sembrado en sus corazones.

Así pasó el tiempo, exactamente 3 años y medio hasta que las diferencias de caracteres empezaron a confrontarlos con la dura realidad y la tentación de pensar que no eran el uno para el otro. Eso unido a esa duda nunca resuelta de ella de si Dios la quería para una vida célibe y consagrada, terminó en una dura y triste separación… definitiva decían ellos, pues aún seguían pensando que ellos, y no Dios, eran los que iban construyendo sus propios sueños . Una vez más Dios les demostraría tiempo después que Él tenía ya un gran sueño con ellos.

Claro que es tan perfecta Su Providencia que en este tiempo de separación trabajó el Espíritu Santo en las muchas falencias de esas dos almas.

CONTINUARÁ ....

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