"SER MÁS, VALER MÁS PARA SERVIR MEJOR."

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Ser Jarcias - Misioneros en nuestro propio lugar

Evangelizar a tiempo y a destiempo

La juventud que caracteriza nuestra comunidad ha sido siempre el motor a iniciativas a veces disparatadas. Eso sí, disparatadas por lo originales y hasta creativas, pero siempre dentro del margen que nos pide la Nueva Evangelización. Nueva en sus métodos y en su ardor, pero siempre fiel a Cristo y a su mensaje. Permítanme contarles un ejemplo, a modo de demostración. 

Es el caso de un jarciano de una ciudad pequeña. Desde muy joven había colaborado y colaboraba con la catequesis parroquial, como muchísimos jarcianos. Sin embargo una realidad le llamaba la atención. Cerca de la parroquia había un gran mercado de productos de primera necesidad. Muchas mujeres trabajaban ahí, como es común en Ecuador y tantos países de América Latina. Los días de mayor comercio son los fines de semana, desde antes de que amanezca hasta avanzada la tarde. Un trabajo duro y mal pagado. Este muchacho acompañaba a su madre a hacer las compras los sábados por las mañanas y le llamaba la atención el gran número de niños que metiditos en los puestos se pasaban las horas durmiendo, ayudando a preparar alguna verdura o jugando. Muchos de aquellos ya en edad de ir al catecismo. Se empezó a preguntar dónde recibían catequesis y cuándo, puesto que a horas de catecismo ellos estaban en el mercado. Sin más ni más decidió hacer una “investigaciòn de mercado” para encontrar respuesta a la cuestión y comprobó la triste realidad. Prácticamente ninguno de aquellos muchachitos frecuentaba la catequesis. 

Ni corto ni perezoso comenzó a pensar en una solución. “Si Mahoma no va a la montaña, hay que llevar la montaña a Mahoma”, por lo tanto la solución era llevar el catecismo al mercado. Buscó dentro de la estructura del mismo y encontró un espacio que durante la semana laborable funcionaba como guardería y que los domingos por la mañana estaba desocupado. Habló con el párroco, quien al principio se mostró un poco incrédulo frente a la propuesta. Dio sin embargo su aprobación y la firma en el oficio para solicitar el local. Teniendo luego el permiso de uso del local, sólo faltaba ganarse la voluntad de las doñitas convenciéndolas de privarse de la ayuda de sus chiquillos por dos horitas para poder educarlos en la fe. La acogida fue abrumadora. Ya desde le primer domingo el aula estuvo a rebosar de niños muy bien dispuesto y motivados. Desde aquel año y sin interrupción se han celebrado en la parroquia bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y hasta matrimonios (porque ya saben que luego los papás se entusiasman) de la comunidad cristiana del mercado. Es una labor que ha cumplido ya doce años dando frutos.

Creo que “para muestra basta un botón”. Les invito a enviarme más testimonios de vida jarciana que nos animen y nos inspiren nuevas iniciativas. Recuerden que la Nueva Evangelización nos urge y el Papa nos ha llamado a celebrar el año de la Fe.
Siempre mar adentro.

P. César Piechestein
elcuradetodos

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Ser Jarcias - El apostolado laical II

Es importante que escuchemos lo que nuestra madre la Iglesia piensa y espera de los laicos. Sólo así se puede responder con exactitud y fidelidad, sin traicionar la misión del laico en el mundo. Les comparto primero la definición que da Puebla del laico, me parece clara e inspiradora:

Son “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”. (Documento de Puebla 786)

La Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, es decir los pastores que nos guían, afirman en el documento conclusivo de Aparecida lo siguiente al hablar de los laicos y de los movimientos apostólicos:
"210. Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio.

El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los ‘mass media’, y otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento. Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta.

211. Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores. Ellos estarán dispuestos a abrirles espacios de participación y a confiarles ministerios y responsabilidades en una Iglesia donde todos vivan de manera responsable su compromiso cristiano. A los catequistas, delegados de la Palabra y animadores de comunidades, que cumplen una magnífica labor dentro de la Iglesia111, les reconocemos y animamos a continuar el compromiso que adquirieron en el bautismo y en la confirmación.

312. Los movimientos y nuevas comunidades constituyen un valioso aporte en la realización de la Iglesia Particular. Por su misma naturaleza, expresan la dimensión carismática de la Iglesia. En la Iglesia no hay contraste o contraposición entre la dimensión institucional y la dimensión carismática, de la cual los movimientos son una expresión significativa, porque ambos son igualmente esenciales para la constitución divina del Pueblo de Dios.

En la vida y la acción evangelizadora de la Iglesia, constatamos que, en el mundo moderno, debemos responder a nuevas situaciones y necesidades de la vida cristiana. En este contexto, también los movimientos y nuevas comunidades son una oportunidad para que muchas personas alejadas puedan tener una experiencia de encuentro vital con Jesucristo y, así, recuperen su identidad bautismal y su activa participación en la vida de la Iglesia.En ellos, “podemos ver la multiforme presencia y acción santificadora del Espíritu”."

lunes, 21 de noviembre de 2011

Memorias de una Ñañita IV - Dilátame en el amor

“Dilátame en el amor, para que aprenda a gustar con la boca interior del corazón cuán suave es amar y derretirse y nadar en el amor” Tomás de Kempis

Qué hermoso es estar de vuelta en casa, en el hogar de una Patria que se anhela y que los emigrantes la añoran cada vez que en ella piensan, pero más aun que deleite interno el encontrarme nuevamente con mi Amado Jesús, aunque no estaba el alma lejos de él durante mis vacaciones, no lo pude encontrar en la Eucaristía, pero él muy bueno conmigo y lleno de amor como un Padre ama su hija me concedió la paz y el silencio interno y me permitió consuelo. Traigo a mi mente las almas de grandes santos que buscaban su encuentro íntimo con Dios y tan solo alimentaban su cuerpo del Pan Eterno. Y a la vez pienso en cuán lejos estoy de igualarme a ellos, pero Dios que conoce los corazones sabe que mis deseos son rectos.
Santa Teresita del Niño Jesús.

Aquel día en que volví a encontrarme con mi enamorado, ese día en el Altar esperaba fervientemente y con una ansiedad el poder comulgar, el poder tenerlo nuevamente en mi corazón, todo fue muy hermoso, nadie cantaba ese día en el coro, pero yo escuchaba las melodías del corazón y sentía fuertemente mis latidos, (no cambiaría esta alegría ni por todos los viajes de vacaciones, ni por carros, ni por joyas, nada absolutamente nada se compara a la paz y deleite que ese día sintió mi corazón).

Pero en todo ese éxtasis y derroche de amor de mi amado Jesús para conmigo pasó algo muy extraño, algo que si bien me lo había preguntado en mis adentros por reiteradas ocasiones, dicho momento se me presentó muy claro y aunque el alma se distrajo me conmovió mucho y agradó el haberlo presenciado. Y fue entonces, que vi, en el momento de la Comunión, arrodillado junto a mi a un hombre de unos 45 a 50 años, con una radiante faz, siento que no se dio cuenta de mi apreciación, pero yo si de la de él y profundice en su actitud, no sé ni su nombre, sin embargo recuerdo muy bien su voz, muy gruesa podría asegurar que Dios en el Cielo la escuchó, por su fuerza, su piedad y devoción, y ¡para gran final comulgó!, se encontró también ese día con su Amado Jesús. 

De seguro he visto millones de personas en lo que llevo de vida con sus familias, de la mano asistiendo al Banquete espiritual, banquete que el Mundo no entiende, porque está tan ocupado en cosas pasajeras, más, ¡de lo que se están perdiendo! me he dicho en mis adentros.

Pero al ver a este hombre, mi alma se conectó en ese momento de manera más fuerte con la de mi Padre de la tierra, él se llama Bolívar, cómo hubiera deseado que aquel hombre que cantaba, oraba y estaba de rodillas frente a la Cruz ¡hubiera sido él!. Me emocioné mucho e inclusive mi falta de reflexión me llevo a abrazarlo como si fuera mi padre en el momento de la paz y con mucha más atención que a los demás. 

Recordé la Vida de Santa Teresita del Niño Jesús quién llamaba a su Padre “su Rey” y él a ella “su Reinecita” y cómo iban los dos a Misa, todos los días, muy temprano cogidos de la mano como dos enamorados, luego sería él quién entregaría una más de sus hijas a Dios. 

Si bien es cierto, mi padre es el hombre que más amo en la tierra pues me hizo conocer a Dios, el me dio mi primer kerigma! Y me catequizó! llevándome los Domingos también de la mano a Misa y llamándome Mi Reina en sus cartitas, inculcándome piedad en mis obras, una vez cuando era pequeña no recuerdo la edad pero había peleado con mi hermana menor, le pregunté a mi papá si era malo pelear (creo que era demasiado pequeña pues no había distinguido bien mi actuar), el me respondió que hay ángeles buenos y malos y cuando actúo mal, vence el mal y cuando actúo con amor vence el amor y Dios se pone feliz, ¡Qué gran teólogo mi Papito!, sin saberlo sembraría en mi nobles sentimientos y gracias a sus enseñanzas lo que busco ahora ya con discernimiento y madurez es hacer el bien en toda ocasión para alegrar a Dios. Bien dice el libro de Proverbios: "Escucha, hijo, la instrucción de tu padre, y no desdeñes la enseñanza de tu madre". 

En otra ocasión, recuerdo que rezábamos el Santo Rosario porque pasaba nuestra familia por una situación difícil, nos reíamos cuando a plena luz del sol y en medio de lágrimas mientras rezábamos, empezó a llover!, cuando él llegó en la noche dijo: “Gracias hijos por sus oraciones, me fue muy bien y las cosas se han resuelto!, en mi soledad lloré pues pensaba: ¡qué Dios tan amoroso tenemos, que tiene mil cosas que hacer y se ocupa rápido y personalmente de aquellas que se hacen con mucha fe!.

No habría tantas palabras en el mundo para contar los recuerdos que tengo de papá cuando era pequeña. Y ahora que soy joven, he llegado a admirarlo mucho y lo amo mucho, como él me ama a mi, pero deseo tanto que mi felicidad sea la suya y el pensar de lo que se pierde mi familia al no comulgar y saborear lo que el Mundo ignora: la paz y felicidad verdadera que Dios nos quiere regalar, me causa en el alma un triste pesar.
Zelia y Luigi Marin, padres de Santa Teresita.

Aquel hombre sentado junto a mí en la Iglesia dicho día de mi rencuentro con Dios, sin saberlo ha logrado en mí un profundo deseo: de que mi amada familia se acerque al Banquete espiritual de la Iglesia en la que ellos mismos me bautizaron y cuyas promesas de aquel día cumplieron, cuidarme y formarme en la fe.

Que la gracia que más necesitan sea derramada en sus corazones y ustedes jóvenes que fueron educados en el amor demuestren siempre a la sociedad que ¡en Cristo Eucaristía está nuestra Vida!

Hijos, obedezcan a sus Padres como agrada al Señor, porque esto es justo. El primer mandamiento que contiene una promesa es este: “Honra a tu Padre y a tu Madre para que seas feliz y vivas una larga vida en la Tierra”. Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos sino más bien edúquenlos con la disciplina y la instrucción que quiere el Señor”
Efesios 6: 1-4.

Atte.
Quien en esta Vida ha recibido solo amor

Cristina Franco Cortázar

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ser Jarcias - El apostolado laical

El apostolato laical sigue debatiéndose entre dos extremos. De una parte los “laicos de sacristía” que limitan su testimonio al marco de la parroquia, de los actos de piedad y de la colaboración en la pastoral. Del lado opuesto el modelo del “laico progresista” que se siente llamado a cambiar la sociedad desde la acción social-política. En ésta ocasión habrá que pensar en un justo medio, donde se mezclan ambos extremos en la dosis correcta.

Nuestros lineamientos de espiritualidad nos piden vivir la excelencia profesional al mismo tiempo que la excelencia pastoral. No podemos creer que nuestro apostolado se agote dentro del marco de la parroquia, como tampoco prescindir de ella que es precisamente la comunidad de fe. El trabajo, la profesión que hemos asumido es para nosotros el medio para servir, para siendo parte del entramado social, ir construyendo la Civilización del Amor. Y aunque tenemos claro todo esto, aún nos queda mucho que hacer para unir éstas dos realidad. Evangelizamos en la parroquia y somos óptimos profesionales y trabajadores en la empresa, pero aún no logramos evangelizar las realidades en las que nos desenvolvemos profesionalmente.

Les comparto la experiencia de un jarciano universitario. Apenas iniciados sus estudios superiores se cuestionó sobre el hecho de estudiar en una universidad católica, que de católica poco tenía. Pensó que podía servir mejor si acercaba a sus compañeros a Cristo. Una vez que logró establecer una buena relación con sus condiscípulos, les propuso aprovechar una hora libre, los miércoles por la mañana, para reflexionar el Evangelio. De los 27 invitados se decidieron sólo 5, pero ya sabemos que Jesús dice que donde dos o más se reúnan en su nombre ahí está El. Con ellos se formó el grupo que cada semana leía y comentaba un pasaje del Evangelio. Una iniciativa pequeña pero seguramente eficaz que les acercó a la Palabra y les recordó lo que significa ser cristianos.

Dicen que para muestra basta un botón. Estoy seguro que cada uno de ustedes es capaz de encontrar otras formas, más eficaces y creativas, para ser misionero en el propio lugar. Nuestro modelo de apostolado laical no se limita a la coordinación o al trabajo en la parroquia. No nos podemos conformar con evangelizar a los que llegan a la Iglesia, porque estamos enviados a todos los católicos, pero especialmente a los indiferentes, a los que aún no han tenido un encuentro personal con Cristo, a quienes no vienen a Misa. Como laicos, en medio del mundo del trabajo, tenemos una oportunidad específicamente nuestra de llevar ahí el Evangelio. Ni de sacristía, ni asistentes sociales, ni revolucionarios indignados. Somos cristianos comprometidos con la Iglesia en la nueva evangelización, cada uno según su carisma y vocación.
Siempre Mar Adentro.
P. César Piechestein

jueves, 10 de noviembre de 2011

Jarcianos llamados por Dios al sacerdocio - Os daré pastores 68

Exhortación Apostólica Postsinodal "Os daré pastores"  68:

"También las asociaciones y los movimientos juveniles, signo y confirmación de la vitalidad que el Espíritu asegura a la Iglesia, pueden y deben contribuir a la formación de los aspirantes al sacerdocio, en particular de aquellos que surgen de la experiencia cristiana, espiritual y apostólica de estas instituciones. Los jóvenes que han recibido su formación de base en ellas y las tienen como punto de referencia para su experiencia de Iglesia, no deben sentirse invitados a apartarse de su pasado y cortar las relaciones con el ambiente que ha contribuido a su decisión vocacional ni tienen por qué cancelar los rasgos característicos de la espiritualidad que allí aprendieron y vivieron, en todo aquello que tienen de bueno, edificante y enriquecedor.(210) También para ellos este ambiente de origen continúa siendo fuente de ayuda y apoyo en el camino formativo hacia el sacerdocio.

Las oportunidades de educación en la fe y de crecimiento cristiano y eclesial que el Espíritu ofrece a tantos jóvenes a través de las múltiples formas de grupos, movimientos y asociaciones de variada inspiración evangélica, deben ser sentidas y vividas como regalo del espíritu que anima la institución eclesial y está a su servicio. En efecto, un movimiento o una espiritualidad particular «no es una estructura alternativa a la institución. Al contrario, es fuente de una presencia que continuamente regenera en ella la autenticidad existencial e histórica. Por esto, el sacerdote debe encontrar en el movimiento eclesial la luz y el calor que lo hacen ser fiel a su Obispo y dispuesto a los deberes de la institución y atento a la disciplina eclesiástica, de modo que sea más fértil la vibración de su fe y el gusto de su fidelidad».(211)

Por tanto, es necesario que, en la nueva comunidad del Seminario —que el Obispo ha congregado—, los jóvenes provenientes de asociaciones y movimientos eclesiales aprendan «el respeto a los otros caminos espirituales y el espíritu de diálogo y cooperación», se atengan con coherencia y cordialidad a las indicaciones formativas del Obispo y de los educadores del Seminario, confiándose con actitud sincera a su dirección y a sus valoraciones.(212) Dicha actitud prepara y, de algún modo, anticipa la genuina opción presbiteral de servicio a todo el Pueblo de Dios, en la comunión fraterna del presbiterio y en obediencia al Obispo.

La participación del seminarista y del presbítero diocesano en espiritualidades particulares o instituciones eclesiales es ciertamente, en sí misma, un factor beneficioso de crecimiento y de fraternidad sacerdotal. Pero esta participación no debe obstaculizar sino ayudar el ejercicio del ministerio y la vida espiritual que son propios del sacerdote diocesano, el cual «sigue siendo siempre pastor de todo el conjunto. No sólo es el "hombre permanente", siempre disponible para todos, sino el que va al encuentro de todos —en particular está a la cabeza de las parroquias— para que todos descubran en él la acogida que tienen derecho a esperar en la comunidad y en la Eucaristía que los congrega, sea cual sea su sensibilidad religiosa y su dedicación pastoral».(213)

martes, 8 de noviembre de 2011

Memorias de una Ñañita III - Mi casita en el Cielo.

“En n la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino”  
(Jn 14, 2)

Hoy me ha cautivado una vez más el amor de Dios, y de qué manera lo ha hecho, solo como él sabe hacerlo, creatividad, inocencia, pureza, esto es magnífico, ya que al contemplar tanta grandeza yo me quedo conmovida, y no puedo más que anunciar esta alegría de saber que ¡soy hija de un Grande! y ¡Que más que amigo es todopoderoso y es mi Padre!.

Bueno, yo les transcribo el diálogo que tuvimos los que visitamos a Jesús aquella noche, esta vez estaba vestido de niño trabajando en la calle:

Cristina: Chicos hoy en nuestro tema de Catequesis tenemos que hablar del Cielo! Se lo imaginan ya? Qué creen qué hay ahí?
Kevin: Mmm, Hay una cancha grandotaaaa de césped para jugar fútbol!
Roger: Hay puuura comida!
Andrés: ¿Piscina también hay ahí, Cristina?
Cristina: Claro! que sí!- Y muchas mansiones!!!
Cristina: Pero niños, así también debemos explicarles que hay un Infierno, Cómo se lo imaginan?
Delhi: Ahí todo eso que dijeron está quemado!!!

Un diálogo simple, sencillo, que a mí me dejó claras las cosas, muchas veces sucede que son los niños quienes nos enseñan. Ni siquiera tenía claro cómo explicarles esta realidad existencial, ausencia de Dios y entre risas y doctrina concluí que no hay buen humor en el infierno ya que todo la alegría y felicidad completa que ansiamos allá abajo está quemada!.

Entonces, ¡qué gran ilusión es estar en la tierra construyendo el camino hacia el Cielo!, donde estaremos todos los amigos y a quiénes hemos atraído de alguna manera a seguir ese caminito. Entendiendo esto, todas nuestras ideas, proyectos de vida, pensamientos, canciones, etc, todo se ordena, todo contribuye a llegar al objetivo que es encontrarnos cara a cara con el Dios vivo que nos dirá alegremente y con los brazos extendidos: ¡Venid benditos de mi Padre!

He ahí la gran sabiduría de uno que es mayor que Salomón, que ha dicho claramente que la verdad ha sido revelado para los humildes y sencillos de corazón, corazón como el de los niños, de ahí que no entraremos sino somos como ellos.

Como ven no hay aquí revelación, una revelación del Tercer Cielo como le aconteció a Pablo, o una transverberación como la de Teresa de Ávila, o cómo el martirio de los grandes santos, que consumidos en el amor de Dios no les hacía nada ni el fuego, ni la tortura, qué maneras de ser revelado el Amor, eh!, sé que Dios también hará cosas maravillosas con los que creemos en él de todo corazón, a mi me lo dijo en un niño, y a todos nosotros nos lo seguirá diciendo de mil maneras hasta que cara a cara y habiendo amado hasta el extremo, abracemos al Amor y nos muestre nuestra casita en el Cielo. Creo que este no es el fin de la narración…

Cristina Franco Cortázar

jueves, 3 de noviembre de 2011

Entrevista a San Pedro: "Me encontré con Jesús".

¿Que les hable de Jesús? ¡No puedo! ¡No puedo dejar de hacerlo! Aunque me quedara mudo… mi vida entera hablaría de él. Yo morí ya hace mucho, es Él quien vive en cada fibra de mi ser. Es él el dueño de mi vida. Él posee todo mi ser, creo que desde siempre… creo que desde aquella primera vez que nos vimos… ¡¿Cómo olvidar es mirada!?

Mi hermano Andrés era otra cosa. Estaba siempre buscando a Dios, queriendo agradarle. Quería encontrar al Mesías. Tenía un maestro exigente Juan, quería llevarme a verlo pero yo estaba en otros afanes: Trabajar, ganarse la vida, mantener a mi familia, (p)si… agradar a Dios, pero primero buscar el pan, llenar la barriga. En cambio Andrés pendiente de esas cosas, conoce a este otro “maestro” y lo sigue y viene a querer que yo lo siga… ¡Claro! ¡Lo mandé zumbando! Pero él insistía e insistía. Hasta que se dio el momento. El Maestro vendría. Y nunca más he podido olvidar esa mirada…

Me miró y yo tan ocupado en los afanes de esta vida, me sentí despojado de todo. De pronto sentí que nada de lo que hacía era verdaderamente importante. Mi hermano que tenía más sensibilidad para esas cosas lo notó desde el comienzo. Y lo siguió. A mí tuvo que venir a buscarme. Y lo digo con vergüenza. ¿Quién era yo para que mi Señor me venga a buscar?

Pero vino… y me miró… y yo quería escapar de esa mirada… Me interrogaba, me cuestionaba, me exigía, me avergonzaba de mí mismo… Pero a la vez me amaba. Me amaba como nadie nunca antes lo había hecho. Y a mí, hombre de mar, eso me daba miedo. Yo no sabía seguir ni obedecer a nada ni a nadie, más que al mar. Y ese Hombre, hasta el nombre me cambió. Era la señal de mi cambio de vida: No podía evitarlo, lo deje todo. ¡Todo! No es fácil de explicar. Yo no era un niño, tenía mi vida hecha, no quería complicarme con las enseñanzas de mi hermano Andrés. Pero vino Jesús y me llamó y yo lo dejé todo para seguirle. Nadie que me conociera bien se podía explicar qué me había pasado. Pero fue Él. Yo no hice nada, Él llegó y se volvió mi Maestro y mi Señor.

Recuerdo las primeras palabras… Las primeras enseñanzas…
Esa pesca que en verdad fue milagrosa… Y es que, hasta el mar le obedecía. Yo no quería seguirlo, no porque no me atrajera, sino porque mi vida era tan distinta a Él y a lo que El enseñaba. Por eso me atreví a decirle de rodillas que se alejara de mí, pues era un pecador. Pero él tenía otros planes para mí. Y encima sus palabras: “Vengan conmigo y serán pescadores de hombres” Claro que a veces no lo entendía. Hablaba de Su Padre y el Reino. Y todo eso para mi era muy oscuro. Pero me atraía increíblemente la fuerza de su testimonio. Él hacía lo que decía. Además, sus palabras y sus enseñanzas eran tan sencillas. Su vida para mi era la vida más natural y más perfecta que yo podía vivir. Estar con Él era para no querer nada más. Y si había alguien en este mundo en quien yo podía confiar, era en Él.

Sentía que podía fiarme de Él y de su palabra como de nadie. Como la vez que se nos apareció caminando sobre las aguas. Todos gritaban de temor. Pero yo me dije “si es Él, podré hacer lo que Él hace, si el lo manda”. Le pedí que me mandara a ir con Él sobre las aguas. Al instante respondió “Ven” Y, sin explicármelo mucho, yo ya me había lanzado hacia Él. Fue entonces cuando mi ser racional me cuestionaba que eso era imposible. Y justo ahí, en frente Suyo, empujado por la violencia del viento, empecé a dudar y a hundirme. Pero, como siempre, me salvó de hundirme. 

Podíamos pasar días enteros escuchando sus enseñanzas como aquella vez que ya se nos hizo muy tarde para despedir a toda esa multitud. En realidad eran miles. Y nos dio de comer a todos… ¡A todos! 

¡Cómo nos aceptaba a pesar de lo necios y tardos para entender que fuimos! No, no sólo nos aceptaba. Nos iba moldeando de la manera más delicada posible, como un padre amoroso, o hasta como una madre. La experiencia del Tabor me demostró cuánto debía aún moldear mi carácter impetuoso. ¡Qué manera de burlarse de mí los hijos de Zebedeo, por haber querido construir carpas para Jesús y sus compañeros aparecidos desde el Cielo! 

Pero es que yo no pensaba mucho. Yo actuaba.
Por eso también esa tarde que empezaron a abandonarlo muchos por lo duro de su discurso, pude reafirmar a mis hermanos en la certeza de que hacíamos lo correcto quedándonos con Él. Porque me fiaba enteramente de su Palabra… que lo era todo para mí. Yo sabía que lo que Él decía era la única verdad. “A quién iremos” le dije, “ Si sólo tu tienes palabras de vida eterna” Por eso me entró tanto miedo cuando anunció lo que padecería. ¡Yo no quería perderlo! 


O por lo menos eso pensaba. Aún no sabía que esto de seguirlo es una lucha de cada día… Un aceptar la cruz en cada circunstancia que se nos presenta. También, como buen maestro que era, me reprendió duramente, cuando yo demostraba que mis deseos no eran conforme los del Padre: Así llegó a llamarme “Satanás”, porque yo, su gran amigo, le presentaba en ese momento su gran tentación. Aunque eso no hizo que dejara de sentir por mí esa predilección que le hizo llevarme junto a los de Zebedeo: Juan y Santiago, a vivir las situaciones más significativas de nuestras vidas.

Quizás tenía la esperanza de que, cuando las cosas su pusieran difíciles, nosotros podríamos sostener al resto. Pero yo mismo, fui tan cobarde… Si no hubiera sido por la Madre, no sé si yo siguiera aquí. Ella nos reunía, con el atrayente silencio y fidelidad que el Maestro debió haber heredado de Ella.

Aunque mi vida fue un si a rajatabla, tuve momentos de cobardía (se pone triste recordando). Pero es hermoso cómo Él contaba hasta con mis debilidades. Él sabía que yo le fallaría… Y nunca dejó de amarme. Cuando lo apresaron y todos lo abandonamos. Creí que nunca me lo iba a perdonar… Cuando negué conocerlo pensé que no podría vivir con esa culpa. Pero antes que yo mismo me perdonara Él ya lo había hecho… (pausa como recordando)
Su mirada… (se queda recordando) nunca me reprochó nada. Al contrario. Me amaba, me amaba y lo hacía por mí… era todo lo que me decía su mirada… (se queda en silencio)
Jesús… ( cierra los ojos) Jesús… no está muerto. (abre los ojos) No, no lo está. Está vivo. La Cruz no lo venció. Él triunfó, sobre la muerte, sobre el dolor, sobre la Cruz, sobre nuestros pecados.
Esa locura, esa extraña manera que escogió, es una historia de amor. De un loco amor.

Anónimo Jarciano