"SER MÁS, VALER MÁS PARA SERVIR MEJOR."

jueves, 12 de enero de 2012

Ser auténticos buenos samaritanos

Creo que todos hemos leído más de una vez la parábola del buen samaritano. Seguramente la hemos reflexionado en fraternidad o en una zonal también más de una vez. Sin embargo la mayoría de las personas al meditar sobre éste pasaje del Evangelio mira sólo la dimensión de asistencial del amor al prójimo.

Creo que éste pasaje ha servido y servirá para proponer lo que debería ser la caridad hacia los demás, pero no podemos pretender afirmar que la caridad se limita sólo a la asistencia del enfermo o del herido. Si nos quedásemos sólo con esa dimensión habremos relativizado el mensaje del Señor.

Amar al prójimo es hacerle el bien, servirle en todas las maneras en que lo requiera y nos sea posible. Cierto que nuestra prioridad, al igual que lo enseña la parábola, han de ser los que más sufren pero no podemos pensar que el sufrimiento principal o único sea el material.

A lo largo de nuestra vida seguro habremos hecho muchas veces la experiencia de descubrir que el mayor de los sufrimientos, el que desespera a muchos, es precisamente no conocer a Dios. Alguien que carece de fe, carecerá por lo tanto también de esperanza. Una vida sin esperanza es siempre tenebrosa, porque no existe una razón para luchar ni una que nos consuele y fortalezca ante el sufrimiento.

La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Fundador, ha siempre velado por los más pobres, por los que más sufren, pero sin olvidar que su prioridad es el anuncio del Evangelio. Recordemos que los mismos apóstoles lo afirmaron cuando decidieron nombrar diáconos para que atendieran a las viudas y a los huérfanos, de tal manera que ellos no descuidaran la predicación. Y eso no significaba que los diáconos no predicasen, recordemos que San Esteban fue el primer mártir y lo mataron no porque servía a los pobres, sino porque predicaba.

Somos jarcias, somos instrumentos del Gran Pescador, somos sus discípulos. Como miembros de la Iglesia colaboramos en la difusión de la Palabra de Dios en todas las maneras que estén a nuestro alcance. Es así como podremos servir mejor a nuestros hermanos, especialmente a aquello que más sufren. Esa es nuestra prioridad.

La próxima vez que meditemos la parábola del buen samaritano no nos quedemos en la más evidente, vayamos un poco más profundamente. Debemos aprovechar las oportunidades que Dios nos brinda y hacerlo de la mejor manera. Se trata de hacer el bien, pero de hacer el mayor bien y eso es dar a conocer a Cristo. Amando al prójimo, sanado sus heridas, devolviéndole la esperanza, compartiendo aquello que nos mueve, que nos hace felices. No basta con dar el pez, ni siquiera basta con enseñarle a pescar, tenemos que presentarle al Gran Pescador.
Siempre mar adentro.

P. César Piechestein
elcuradetodos

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