Alguna vez pensé que es mejor la espontaneidad
de escribir sobre lo que se está viviendo pero cuándo un superior lo ordena es
orden inmediata y así no haya ese sentir de hacerlo hay que hacerlo, de ahí el
mérito de la obediencia, de reconocer que nada es nuestro y que somos
servidores.
Sin embargo, no puedo desvincular el hecho de la
experiencia pues todos los días guardan una fuerza y un plan maravilloso que
los hace distintos entre ellos.

Y es que ahí se encuentra quizás la razón de la
no completa felicidad de los cristianos,
no comprender la grandeza del amor de Dios y volver la vista a nuestro
pasado, a lo que éramos cuándo no conocíamos a Dios ni nos habíamos encontrado
con Cristo, error garrafal, ¡pues no disfrutamos de lo bueno que es Dios!
Aquel día de mí dirección es claro que me habló
Dios a través de mi director pero días después me volvió a decir de forma más
pedagógica como para que me quede claro.
Don Víctor es el conserje del edificio donde
vivo, al verme en la mañana salir apresuradamente para bajar la basura me dijo:
La ayudo niña Cristina, y le dije
casi impulsivamente: "No, Don Víctor, no
se preocupe yo voy de bajada". Y este
hombre de corazón sencillo y trato amable me dijo: “No es justo para usted llevar tanta basura, permita que se la lleve yo,
se puede caer”
Solo volví a recordar esta escena frente al
Santísimo y entre lágrimas de alegría, le dije a Jesús: “! ¡Gracias por
ayudarme a cargar mi basura y no haberme dejado caer, cuándo iba de bajada!”
Pidamos a nuestra Madre la bella Virgen María la
gracia de asombrarnos y sorprendernos todos los días con las palabras del
salmista: “Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él”
Cristina Franco Cortázar