“Dilátame en el amor, para que aprenda a gustar con la boca interior del corazón cuán suave es amar y derretirse y nadar en el amor” Tomás de Kempis
Qué hermoso es estar de vuelta en casa, en el hogar de una Patria que se anhela y que los emigrantes la añoran cada vez que en ella piensan, pero más aun que deleite interno el encontrarme nuevamente con mi Amado Jesús, aunque no estaba el alma lejos de él durante mis vacaciones, no lo pude encontrar en la Eucaristía, pero él muy bueno conmigo y lleno de amor como un Padre ama su hija me concedió la paz y el silencio interno y me permitió consuelo. Traigo a mi mente las almas de grandes santos que buscaban su encuentro íntimo con Dios y tan solo alimentaban su cuerpo del Pan Eterno. Y a la vez pienso en cuán lejos estoy de igualarme a ellos, pero Dios que conoce los corazones sabe que mis deseos son rectos.
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Santa Teresita del Niño Jesús. |
Aquel día en que volví a encontrarme con mi enamorado, ese día en el Altar esperaba fervientemente y con una ansiedad el poder comulgar, el poder tenerlo nuevamente en mi corazón, todo fue muy hermoso, nadie cantaba ese día en el coro, pero yo escuchaba las melodías del corazón y sentía fuertemente mis latidos, (no cambiaría esta alegría ni por todos los viajes de vacaciones, ni por carros, ni por joyas, nada absolutamente nada se compara a la paz y deleite que ese día sintió mi corazón).
Pero en todo ese éxtasis y derroche de amor de mi amado Jesús para conmigo pasó algo muy extraño, algo que si bien me lo había preguntado en mis adentros por reiteradas ocasiones, dicho momento se me presentó muy claro y aunque el alma se distrajo me conmovió mucho y agradó el haberlo presenciado. Y fue entonces, que vi, en el momento de la Comunión, arrodillado junto a mi a un hombre de unos 45 a 50 años, con una radiante faz, siento que no se dio cuenta de mi apreciación, pero yo si de la de él y profundice en su actitud, no sé ni su nombre, sin embargo recuerdo muy bien su voz, muy gruesa podría asegurar que Dios en el Cielo la escuchó, por su fuerza, su piedad y devoción, y ¡para gran final comulgó!, se encontró también ese día con su Amado Jesús.
De seguro he visto millones de personas en lo que llevo de vida con sus familias, de la mano asistiendo al Banquete espiritual, banquete que el Mundo no entiende, porque está tan ocupado en cosas pasajeras, más, ¡de lo que se están perdiendo! me he dicho en mis adentros.
Pero al ver a este hombre, mi alma se conectó en ese momento de manera más fuerte con la de mi Padre de la tierra, él se llama Bolívar, cómo hubiera deseado que aquel hombre que cantaba, oraba y estaba de rodillas frente a la Cruz ¡hubiera sido él!. Me emocioné mucho e inclusive mi falta de reflexión me llevo a abrazarlo como si fuera mi padre en el momento de la paz y con mucha más atención que a los demás.
Recordé la Vida de Santa Teresita del Niño Jesús quién llamaba a su Padre “su Rey” y él a ella “su Reinecita” y cómo iban los dos a Misa, todos los días, muy temprano cogidos de la mano como dos enamorados, luego sería él quién entregaría una más de sus hijas a Dios.
Si bien es cierto, mi padre es el hombre que más amo en la tierra pues me hizo conocer a Dios, el me dio mi primer kerigma! Y me catequizó! llevándome los Domingos también de la mano a Misa y llamándome Mi Reina en sus cartitas, inculcándome piedad en mis obras, una vez cuando era pequeña no recuerdo la edad pero había peleado con mi hermana menor, le pregunté a mi papá si era malo pelear (creo que era demasiado pequeña pues no había distinguido bien mi actuar), el me respondió que hay ángeles buenos y malos y cuando actúo mal, vence el mal y cuando actúo con amor vence el amor y Dios se pone feliz, ¡Qué gran teólogo mi Papito!, sin saberlo sembraría en mi nobles sentimientos y gracias a sus enseñanzas lo que busco ahora ya con discernimiento y madurez es hacer el bien en toda ocasión para alegrar a Dios. Bien dice el libro de Proverbios: "Escucha, hijo, la instrucción de tu padre, y no desdeñes la enseñanza de tu madre".
En otra ocasión, recuerdo que rezábamos el Santo Rosario porque pasaba nuestra familia por una situación difícil, nos reíamos cuando a plena luz del sol y en medio de lágrimas mientras rezábamos, empezó a llover!, cuando él llegó en la noche dijo: “Gracias hijos por sus oraciones, me fue muy bien y las cosas se han resuelto!, en mi soledad lloré pues pensaba: ¡qué Dios tan amoroso tenemos, que tiene mil cosas que hacer y se ocupa rápido y personalmente de aquellas que se hacen con mucha fe!.
No habría tantas palabras en el mundo para contar los recuerdos que tengo de papá cuando era pequeña. Y ahora que soy joven, he llegado a admirarlo mucho y lo amo mucho, como él me ama a mi, pero deseo tanto que mi felicidad sea la suya y el pensar de lo que se pierde mi familia al no comulgar y saborear lo que el Mundo ignora: la paz y felicidad verdadera que Dios nos quiere regalar, me causa en el alma un triste pesar.
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Zelia y Luigi Marin, padres de Santa Teresita. |
Aquel hombre sentado junto a mí en la Iglesia dicho día de mi rencuentro con Dios, sin saberlo ha logrado en mí un profundo deseo: de que mi amada familia se acerque al Banquete espiritual de la Iglesia en la que ellos mismos me bautizaron y cuyas promesas de aquel día cumplieron, cuidarme y formarme en la fe.
Que la gracia que más necesitan sea derramada en sus corazones y ustedes jóvenes que fueron educados en el amor demuestren siempre a la sociedad que ¡en Cristo Eucaristía está nuestra Vida!
Hijos, obedezcan a sus Padres como agrada al Señor, porque esto es justo. El primer mandamiento que contiene una promesa es este: “Honra a tu Padre y a tu Madre para que seas feliz y vivas una larga vida en la Tierra”. Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos sino más bien edúquenlos con la disciplina y la instrucción que quiere el Señor”
Efesios 6: 1-4.
Atte.
Quien en esta Vida ha recibido solo amor
Cristina Franco Cortázar